Al principio, Celeste no se dio cuenta de que el significado de sus palabras, pero cuando escuchó lo del uniforme de marinero, de repente reaccionó… Al instante, le ardió la cara y no pudo pronunciar ni una sola palabra más. ¡Deseaba desmayarse y acabar con todo!
Celeste se mordía los labios, su cabello estaba alborotado y su cara estaba inflada como la de un gatito esponjado.
En los ojos de Lorenzo se reflejó una leve sonrisa y con su mano la acercó a su pecho, revolviendo aún más su cabello.
Celeste, ya de mal humor, le dio un manotazo:
—¡Lorenzo, estás loco o qué!
—¿Aún te atreves a insultarme? Si no te callas, ¡esta noche te volveré a atar antes de hacer el amor! —le dijo Lorenzo maliciosamente, enredando más su cabello.
Celeste se quedó muda. ¡¿Cómo se atrevía a amenazarla con eso?! Andrés seguía en el auto, ¿¡acaso ese hombre no sentía la vergüenza!?
Los dos siguieron peleando y jugando hasta que llegaron al edificio del Grupo Vargas. Al bajar del auto, Andrés comenzó a informa