Gemma sintió un peso tibio sobre su vientre y abrió los ojos, todavía confundida. Giró el rostro y descubrió a Sebastian recostado a su lado. En un segundo su mente se espabiló y cualquier rastro de sueño desapareció.
Imágenes de la noche anterior irrumpieron en su mente como un torrente, y el calor le subió a las mejillas. La desesperación que la había consumido no se parecía a nada que hubiera experimentado antes. Ningún hombre, hasta Sebastian, había logrado encender en ella un fuego tan intenso.
Prácticamente le había suplicado que la hiciera suya.
Probablemente había sido una mala idea pasar la noche juntos… pero no se arrepentía. No podría haber imaginado una primera vez mejor que la que él le había dado. Sebastian había sido cuidadoso y paciente. No se conformó con buscar su propio placer. El calor subió a sus mejillas al recordar la forma en que sus labios y su lengua la habían llevado al borde de la locura.
Si aquello no volvía a repetirse, lo guardaría como un recuerdo hermo