Frodo. 4
El cuervo, por su parte, volvió a graznar como si diera su aprobación y Frodo, dentro del terrario, dio un saltito, directo contra el cristal que daba hacia Aileen, ella ni se inmutó.
— Mire cómo me guiña el ojo, lo está pidiendo a gritos. — dijo sin emoción, mientras la profesora se llevaba a su "principito" de vuelta, murmurando algo sobre niñas ingratas y cuervos con mal carácter.
La profesora de biología dejó cuidadosamente el terrario sobre su escritorio y se dirigió hacia las mesas de atrás para supervisar las exposiciones de los estudiantes. Dentro del terrario, Frodo se movía inquieto, sus pequeños croares se escuchaban de vez en cuando, llenando el salón de una sensación extraña y, a la vez, divertida. Los estudiantes no podían evitar sonreír ante aquel espectáculo inesperado; algunos murmuraban entre ellos, señalando los movimientos de Frodo, mientras otros se inclinaban un poco hacia adelante, fascinados por el gigante anfibio que parecía tener más carisma que algunos de su