Mundo ficciónIniciar sesiónMarina
Sus dedos maravillosos que me estaban volviendo loca se pararon justo encima de mi clítoris y a duras penas entre gemidos pude bajar mi cabeza hasta parar a la altura de sus ojos. Allí estábamos mirándonos fijamente a los ojos, perdiéndome en la pasión de ese par de ojos marrones. Justo cuando inició la tortura con sus dedos empezó a mirarme con ojos juguetones y notaba más y más como se agrandaba su paquete. ¡Dios! ¿Qué estaba haciendo ahí en público? Cualquiera podría vernos, deducir por lo acaramelados que estábamos, lo que sin duda estaba pasando por debajo del agua…
—Dime ¿Quieres que pare?— preguntó Pablo con voz entrecortada.
—No, no pares…— aceleró con mis palabras su movimiento en mi centro y sin decir nada más se aventuró con su lengua lamiendo por el lateral de mi cuello hasta llegar a mi oreja y regalarme pequeños mordiscos por toda la oreja.
¿Cuánto tiempo hace que nadie me tocaba así? ¿Qué nadie me deseaba de esa manera como para perder la cabeza en público? Sin duda él me deseaba y yo a él…dudo mucho que esto sea parte de ese juego que nos habíamos propuesto, al fin y al cabo Carlos no nos podía ver las veinticuatro horas del día. Las dos ocasiones que habíamos tenido habían surgido así sin proponerlo y de manera tan natural. ¿Cómo sería estar con él? ¿Sería siempre así de excitante? Y mientras me sumergía en todos estos pensamientos y sensaciones de repente se empezó a escuchar mucho alboroto que venía de la playa. Rompimos la concentración que teníamos puesta el uno en el otro y miramos atónitos sin entender qué estaba pasando, pero lo que si podíamos escuchar en claro era la palabra “tiburón”. Nos miramos y ya no era de placer, pude notar como de golpe Pablo empezó a palidecer. Me solté de su agarre y comenzamos a correr los dos hacia la orilla y me gritaba que no mirara hacia atrás. Temí por él, pues estoy convencida que se quedó detrás apropósito.
Exhaustos y casi sin aliento llegamos a la orilla y nos alejamos prudentemente lo más que pudimos, un socorrista se nos acercó.
—¿Se encuentran bien?— nos preguntó el socorrista.
—Sí, pero la verdad no tengo ni idea de lo que está pasando…—dijo Pablo intentando recuperar el aliento.
—Por lo visto alguien ha avistado un tiburón y dio la voz de alarma, aunque aún no he conseguido avistar al tiburón con los prismáticos y mi compañero se ha subido a la torre y tampoco consigue verlo.
Esas palabras me hicieron pensar y mirar de forma inmediata alrededor esperando encontrar al autor de la alarma. No tenía pruebas pero tampoco dudas al respecto de que había sido Carlos. Y voila, allí estaba él desde su apartamento de pie erguido con aquella media sonrisa dibujada en su rostro, triunfal. Me giré para mirar a Pablo y lo hice mirar hacia donde se situaban los apartamentos y entendió lo que le quería decir con la mirada. Enarcó una ceja, como si se le acabara de pasar por la cabeza algo maquiavélico.
—Vamos cielo, instalaré el parasol y descansaremos un poco que debes estar aún con el susto en el cuerpo— y sin mediar más palabras pasó una de sus manos por mi cintura y me guió hasta donde estaban nuestras cosas.
Lo vi extender el parasol, era de estos que lo lanzabas al aire y se formaba una mini tienda de campaña para protegerte de arena y sol, entendí al instante a qué quería jugar Pablo, provocar directamente a Carlos. Estábamos cien por cien seguros que había sido él quien dio la voz de alarma en la playa. Que ridículo es, como si no nos fuéramos a enterar que había sido él, parece un niño chico… Pablo me hizo pasar y tenderme en la toalla, mientras miraba a Carlos con una sonrisa triunfal en su rostro. La cara de Carlos debía ser un poema pues nada más entrar Pablo empezó a reírse.
—Listo, ese hoy no dormirá pensando qué está pasando aquí dentro—. Lo dijo mientras se reía a carcajadas.
—Ahora que lo dices me preocupa dónde se están quedando a dormir esos dos.
—¿Por qué lo dices? — preguntó extrañado.
—Ya ves que apareció cuando menos lo esperábamos mientras me ponías crema solar, no creo en las coincidencias. Espero no tenerlo de vecino, eso ya sería lo último que me esperaría…
—Hum bueno, —titubeó un poco— debo confesarte que yo soy tu vecino de apartamento, por eso hoy aparecí en tu puerta. No te enfades conmigo, no fue planeado simplemente me dieron ese apartamento sin más… — mi cara de asombro lo decía todo.
—Te creo no te preocupes. Además empiezo a pensar que ante un Carlos evidentemente celoso, lo mejor es que te tenga cerca para aprovechar mejor los momentos que se presenten.
Se hizo el silencio y nos miramos. Que tonta soy, habíamos aprovechado muy bien los momentos a solas, demasiado diría yo. No quiero imaginar cómo va a ser cuando lo hagamos aposta. Ahí estábamos los dos tumbados de lado dentro del parasol, mirándonos el uno al otro y sin más Pablo metió una de sus piernas por entre mis muslos, y la deslizaba arriba y abajo. Mi cara era de extrañeza total, pues me guiñó un ojo juguetón en ese preciso momento, como si buscara mi complicidad.
Me di cuenta que nuestras piernas sobresalían por la pequeña tienda, al menos de los muslos para abajo se veía todo y empezó a observarse la proyección de una sombra sobre nosotros a través de la lona. Mucho me temo que se trata de Carlos observando lo que hacemos. Pablo se acercó a mi rostro y me susurró.
—Nos está observando…— susurró y asentí con ojos de complicidad. Consentí la intrusión de su pierna entre las mías y no solo eso, si no que elevé mi pierna hasta su cadera y él con su mano empezó a acariciarme mi muslo, subiendo y bajando lentamente.
—¿Me acompañarás mañana a la excursión que hay a la gruta de Venus?— me preguntó Pablo elevando un poco más la voz. Ya había pensado ir a esa excursión.
—Sí, por supuesto que iré contigo. Estoy deseando nadar por sus aguas cristalinas. Va a ser muy excitante.
Pablo sonrió ante mi última palabra “excitante”. Dios mío me queda casi una semana en esta isla y ya me he involucrado demasiado con otro hombre y que encima me gusta demasiado. No se como terminará todo esto pero quiero vivirlo, quiero disfrutar de estas mini vacaciones y sobre todo hacerles ver a las dos personas que tanto daño me han hecho, que no soy algo que estorba, se aparta y ya, ahí se mantiene olvidado y sin decir ni una palabra en contra. No y no, yo no soy así y aunque no se aún el porqué decidieron traicionarme así, no me importa. No puedo ser débil y flaquear ahora.
Cortando de manera inmediata mis oscuros pensamientos, Pablo me agarró por mi cintura y me atrajo hacia él pegándome a su pecho. Instintivamente puse mis manos en sus dos pectorales y vi como su piel se erizó con mi contacto. Acercó aún más su cara a la mía, dejando nuestros labios a muy pocos centímetros de distancia.—Cariño, mañana por la noche hay una fiesta pre-boda, una especie de despedida de solteros de los novios. Doy por sentado que vendrás conmigo, —su mano subía y bajaba de mi cadera a mi muslo y se detenía pasando por la curva de mi glúteo— ¿Has traído traje de gala o dedicamos la tarde de mañana a comprar uno?
—No he traído vestido de noche la verdad, no tenía idea de esa fiesta. ¿Estás dispuesto a ir de tiendas conmigo y ver todos los modelitos que me pruebe? —dije en tono sensual, dando a entender que me tendría enteramente para él prácticamente todo el día.
—Sí, haré ese pequeño sacrificio por ti —. Y me dio un pequeño beso en la punta de la nariz y luego en la frente. Que extraño, ahora que lo pienso aún no nos habíamos besado, ni siquiera un beso pequeño en los labios. Lo deseaba, pero creo que no era el momento oportuno para eso y él también lo sabía.
Acto seguido vimos como la sombra que se cernía sobre el pequeño parasol desaparecía en dirección a los apartamentos. Sí, sin duda debía de tratarse de Carlos y había escuchado toda nuestra conversación. La verdad no espero encontrármelo mañana, deben estar ocupados con todos los preparativos de la boda, la fiesta, etc,… Por supuesto me lo encontraré en la dichosa fiesta de despedida de solteros, pero espero que la mañana sea tranquila durante la visita a la gruta de Venus.
—Ya se ha ido. Lo que te he comentado de mañana va totalmente en serio, después de la visita a la gruta y de comer juntos te dejaré descansar un poco y nos iremos a mirar vestidos de gala. Vas a dejarlos con la boca abierta a todos—. Me puso uno de mis mechones de pelo que caía por mi cara por detrás de la oreja.
Estuvimos un tiempo más charlando sobre el día de mañana y Pablo me comentó si me apetecía cenar algo ligero con él, en el porche de mi apartamento o del suyo. La verdad algo así informal me apetecía mucho y le dije que sí sin pensarlo demasiado. Lo que yo no sabía es que se estaba desatando un infierno y no acababa más que empezar…







