Carlos
Han pasado casi tres semanas de la boda. Tres malditas semanas en las que estoy atado a esa mujer.
Aunque no me permito pensar mucho en ello, creo que hice lo mejor que pude en ese momento. Ella me amenazó con hacer daño a mi hijo, me vi perdido y sin saber qué hacer más que someterme a lo que ella quería.
Si se pensaba que podía hacerme bailar a su alrededor con sus condiciones estaba muy equivocada. Todo este dolor se hace mucho más llevadero gracias a Diego y a la sorpresa que le teníamos preparada el día de nuestro enlace.
Todo estaba preparado, la iglesia lista y decorada con tanto gusto. Flores adornaban todo el pasillo central que llevaba al altar. Habíamos contratado un pequeño coro autóctono que nos cantaría primero al inicio cuando la novia se dirige al altar, en mitad de la ceremonia cuando estuviéramos jurando nuestros votos y al finalizar mientras salíamos ya convertidos en marido y mujer.
Se decidió que Abigail se prepararía y cambiaría en una pequeña habitació