El silencio de la noche en Los Laureles era casi absoluto. La oficina, ahora vacía, parecía un templo en reposo, guardando en sus sombras los secretos y las emociones no dichas que habían quedado en el aire durante el día.

Laura se quedó unos instantes en su escritorio, revisando algunos correos pendientes, intentando distraer su mente que aún parecía reverberar con los ecos de lo ocurrido en la oficina de Alex. La tensión acumulada, el roce accidental, la mirada profunda… todo parecía haber quedado suspendido en el tiempo.

Con un suspiro, se levantó lentamente, estirando los brazos y sacudiendo ligeramente la cabeza para despejarse. La noche era fresca, y el viento que entraba por las ventanas abiertas traía consigo un aroma a ciudad y a recuerdos, mezclados en su mente sin que ella pudiera distinguir cuál predominaba. Era como si la atmósfera misma le susurrara que algo estaba a punto de cambiar, otra vez.

Mientras caminaba hacia la salida, sus pasos resonaban en el pasillo vacío, y