Se vistió con ropa cómoda pero presentable: unos pantalones de tela suave, una blusa de algodón y unas zapatillas confortables.
Se miró al espejo y vio un reflejo que le gustó. Sus ojos brillaban con una nueva luz, su piel parecía más luminosa, y había una suavidad en su expresión que no recordaba haber visto en mucho tiempo. Era la Laura que había estado oculta bajo capas de estrés y preocupación.
Al caer la tarde del tercer día, tomó un taxi hacia la clínica. El trayecto esta vez no fue de introspección melancólica, sino de anticipación tranquila. Sentía que tenía la energía y la claridad necesarias para enfrentar lo que viniera.
Al llegar a la habitación 172 donde estaba Alex, el ambiente familiar de la clínica la envolvió. El olor a antiséptico, el sonido apagado de los monitores, las enfermeras moviéndose con eficiencia. Encontró a Helena en la pequeña sala de espera contigua a la habitación de Alex, con la cabeza apoyada en sus manos, una taza de café enfriándose a su lado. La i