El sonido de la lluvia golpeando la ventana era constante, un murmullo que acompañaba el silencio tenso en el despacho de Javier. La luz que se filtraba entre las cortinas opacas proyectaba sombras en las paredes, creando un ambiente sombrío, casi predestinado. Javier caminaba de un lado a otro, con el teléfono móvil en la mano, esperando un informe que, de alguna manera, ya intuía no sería bueno.
Habían pasado casi tres horas desde su conversación con Carlos, pero la situación seguía sin resolverse. El equipo de inteligencia no había logrado identificar a la fuente de las filtraciones, lo que dejaba un vacío de incertidumbre que comenzaba a engullirlo. Javier había construido un imperio durante años, basándose en su capacidad para tomar decisiones rápidas, pero siempre con un control absoluto sobre la información. Ahora, ese control se desmoronaba lentamente, y no podía permitírselo.
El teléfono vibró, interrumpiendo sus pensamientos. Carlos, de nuevo. Javier no esperó un segundo ant