Dos líneas.
Dos malditas líneas azules se materializaron en la prueba de embarazo, nítidas e innegables, como una sentencia escrita en un idioma que solo yo podía entender. El suelo del baño pareció inclinarse bajo mis pies. Todo me dio vueltas por un segundo.
Positivo.
Un bebé. Nuestro bebé.
No podía evitar pensar que una vida de estaba formando dentro de mí y quise llorar. Yo siempre había querido una vida tradicional. Casada, con un buen esposo en hijos. Pero la vida no me había sonreído en ese sentido, ya que los hombres no me soportaba y me trataban como una mujer hueca y descartable.
Pero ya me había rendido a la posibilidad de tener esposo, ya que sería una vergüenza para el hombre que se casara conmigo. Y sobre los bebés… Ya había dejado de desear uno. O al menos, me engañaba a mí misma diciéndome eso. La verdad, era que no me lo merecía. ¿Cómo podía algo tan puro, tan inocente, estar creciendo dentro de alguien como yo? Yo, que intenté arrebatarle la vida al hijo de otra pe