••Narra Julián••
Esa noche, después de que Miranda me besara con una timidez que me partió el alma, supe que había perdido la batalla que llevaba tiempo librando contra mí mismo. Su confesión había sonado tan frágil y tan verdadera que todas mis barreras se desmoronaron. Ya no podía seguir fingiendo que era un caballero, que me confirmaba con tenerla cerca. La quería a ella. Completa.
Maldita sea, la necesitaba, porque era una tortura. Todo este mes ha sido una tortura para mí.
Cuando nuestros labios se separaron después de ese primer beso sincero, la miré. Sus ojos marrones estaban llenos de miedo y de un atisbo de esperanza que me quitó el aire. Ya no había espacio para la duda.
Quise confiar en esa expresión, me aferré a ella con fuerza.
—Si hacemos esto, no hay vuelta atrás —Le advertí, y era la verdad más absoluta que había pronunciado.
Ella asintió, sin entender del todo el peso de mis palabras, pero eso fue todo lo que necesité. Me encargaría que con el tiempo entendiera el