Al día siguiente me trajeron todo lo que pedí y fui ordenando las cosas en el pequeño depósito. Aunque algunas de ellas las pedí para mí otro propósito… El de escapar.
Ya estaba vestida con mi overol azul oscuro y mis botas gruesas. Cenizas había decidido dar un paseo por el jardín, explorando el campo desconocido como si fuera zona de guerra.
Me quedé observando los sacos de tierra que habían dejado frente a la escalera, en todo el medio. Ahora tenía que moverlos por mi cuenta hasta un rincón. Eran tres en total.
Tomé el primero y con toda la fuerza que pude colocar en mis brazos y piernas, lo arrastré lentamente por el césped. Bueno, quería arrastrarlo más rápido, pero no poseía esa clase de fuerza.
Luché como una bestia, soltando gruñidos y quejidos. Y no hablemos del calor, que estaba insoportable y hacía que todo mi cuerpo se sintiera achicharrado. Pero aquí estaba, porque me encantaba este trabajo forzoso y agotador.
Logré llegar el primer saco y me sacudí los guantes.
—Y