Habíamos llegado a un acuerdo esa misma noche. No traería a un jardinero, solo a uno de sus empleados que se encargaría de llevar y traer la carretilla, cargar objetos pesados y listo. Nada más.

Inclusive, me dio un botón de contacto, el cual era un aparato pequeño, del tamaño de mi pulgar. Lo apretaba y el hombre vendría a ayudarme. Al terminar, volvería a irse, en espera de un siguiente llamado.

Me parecía mucho mejor, ya que no me iba a sentir cómoda teniendo detrás de mí a un hombre desconocido, observándome constantemente.

Al día siguiente, después del almuerzo, seguí abriendo huecos en el piso, arrancando raíces, cortando flores marchistas. Cenizas se había metido en uno de los huecos de tierra que hice, revolcándose como si su vida dependiera de ello.

—Después no quiero quejas de tu parte cuando te bañe —Le dije antes de alejarme.

Abrí un cuarto hueco en la tierra, lo suficientemente profundo para sembrar unos lirios. Estaba arrodillada en el césped maltratado, ocupada en