El agua seguía cayendo, pero no era suficiente para limpiar lo que habíamos desatado. El tiempo pasaba y continuábamos perdidos en el placer. Podía sentir un hormigueo en mis labios y en otras partes de mi cuerpo. No había zona que sus manos no hubieran tocado y que sus labios no hubieran besado.
En algún punto, él se había quitado la ropa y me estaba empotrado contra la pared. Mis senos siendo presionados por sus manos, las cuales me tocaban como si mi cuerpo le perteneciera.
Ya mis piernas no resistían más. Si no fuera por sus manos rodeando mi cintura, ya estaría en el suelo. Estaba exhausta, pero no podía y no quería detenerme.
Podía sentir como el orgasmo comenzaba a tomar el control de mi cuerpo. La presión que se había acumulado en mi vientre, estalló. Mi garganta se rompió en millones de pedazos al clamar su nombre como si fuera la única palabra que conociera.
Era mi cuarto orgasmo y fue el más intenso y desgarrador de todos. Me arrancó lágrimas y maldiciones. Me sentía en