Capítulo 46: Perdida en el placer.
Las piernas me temblaban y la respiración me fallaba. La habitación daba vueltas y mi mente estaba perdida en el placer, como si no hubiera nada más en el mundo que importara. Podía sentir cada fibra de mi cuerpo sucumbir a aquel oscuro pecado.
El demonio frente a mí me sonreía, cínica y peligrosamente. Era como un Incubus, alimentándose de mi lujuria.
Algo dentro de mí me decía que debía apartarlo, que él era el enemigo, pero esos pensamientos fueron callados por las manos de Frederick, el cual clavó sus dedos en mis caderas, como si estuviera capturando a su presa moribunda.
—¿Creíste que habíamos terminado? —Su tono de voz era ronco, cargada de esa arrogancia que me hacía hervir la sangre… y humedecerse contra mi voluntad.
Antes de que pudiera formular una oración razonable, sus dientes penetraron la piel de mi muslo. Un grito ahogado abandonó mi garganta.
Fue duro, sin contemplaciones. Quería dejarme una marca.
—¡Duele! —protesté, pero mi cuerpo se arqueó ante su toque.