En el auto, miraba a Frederick de reojo, sintiendo algo parecido a una lengua envenenada, ya que no podía moverla, por más que quería hacerlo. Tenía las palabras en la punta de la lengua, pero no salían. Me daba mucha vergüenza admitir lo que había pasado ya que ni siquiera yo era capaz de creerlo. No me asustaba que Frederick me fuera hacer algo, ya que sé que no se las agarraría en mi contra, pero con Julián… A él si lo podría matar, por más que ahorita se lleven bien.
Arrancó el motor y avanzamos.
¡Tenía que hacerlo ahora antes de que llegáramos al restaurante donde celebraríamos el triunfo del día de hoy! Ya Willy y Arturo debían estar ahí y… Julián también. Sería un horror si todo se descubre en medio de la comida, con cuchillos en la mesa. Un verdadero peligro.
Salimos del estacionamiento del juzgado y fui recibida por un sonido fuerte y cristalino. Un objeto oscuro y pesado se estrelló contra el parabrisas del lado del pasajero, justo frente a mi rostro. El vidrio se agri