••Narra Charlotte••
Las cuerdas mordían mis muñecas, pero el dolor físico era nada comparado con la rabia y la traición que ardía dentro de mí. Desde la cama donde estaba atada, veía a mi padre y a Charles discutiendo en voz baja pero con ferocidad al otro lado de la habitación.
—Tenemos que irnos ya, Klifor —gruñía Charles, su impaciencia palpable en el espeso aire de esta casa vieja—. Cada minuto aquí es un riesgo. Ve por el maldito dinero. Tu contacto tiene que entregártelo ahora.
Fruncí el ceño, sin entender la conversación. ¿Qué dinero? ¿Quién lo tiene?
Klifor arrugó la frente, pasándose una mano por el rostro cansado.
—Está bien. Iré. Pero —añadió, clavando una mirada intensa en Charles—. No la toques. No le hagas daño. ¿Entendido?
Un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Por qué decía eso? ¿Qué podría hacerme Charles y por qué razón?
Charles esbozó una sonrisa fría, casi un gesto de fastidio.
—Solo date prisa.
Klifor me lanzó una última mirada, un extraño cóctel de pr