••Narra Frederick••
Los minutos se arrastraban como alquitrán fuera del juzgado. Cada latido de mi corazón era un recordatorio del tiempo perdido, de un año entero de mi vida dedicado a una venganza que, ahora sabía, se había construido sobre una mentira. La culpa era un peso físico, un nudo de plomo en el estómago que me hundía en el banco de madera.
Había encerrado a un hombre inocente.
Klifor Darclen podía ser un arrogante, un rival despiadado en los negocios, pero no era el criminal que yo había perseguido con saña. Mientras yo me cegaba con mi obsesión, el verdadero culpable, se reía de mí, moviéndose como pez en el agua, sintiéndose intocable. Había destruido una familia, arruinado una vida, y todo por no ver más allá de mi propia rabia. El remordimiento me corroía por dentro, ácido y venenoso.
Un movimiento a mi lado me sacó de mi espiral de autodesprecio. Willy se ajustaba nervioso el flequillo. Arturo miraba su reloj. Y entonces, como un fogonazo, la realidad me golpeó.