El nombre salió de mis labios como un susurro. Por un segundo, creí que estaba delirando, pero aquellos ojos azules eran tan intensos que se me erizó la piel. No cabía duda de que era la realidad.
—¿Es tu chica? —dijo el trabajador, sin mostrar ningún arrepentimiento—. No mal pienses la situación. Ella se cayó y yo la estaba ayudando a levantarse. Se asustó, eso fue todo —Las palabras le salieron con tanta naturalidad que me sorprendí. Volteó a verme—. ¿Verdad?
—Ajá —Me limité a decir. Traté de asentir con la cabeza, pero el agarre en mi cabello me lo impedía.
Frederick no respondió, ni hizo el más mínimo gesto. Se limitó a vernos con aquella mirada glacial que lo caracterizaba.
El hombre pareció dudar por la falta de reacción de su parte. Soltó mi cabello, pero podía sentir como seguía palpitando mi cuero cabelludo. De un solo movimiento, me lanzó en dirección a mi exesposo. Logré recuperar el control de mis pies, deteniéndome unos pasos antes de chocar contra su pecho.
No hizo e