Capítulo III

Todo parecía normal hasta que el barco sonó su primera alarma de llegada, mientras los pasajeros se alistaban para ir a retirar sus equipajes. Camila y Edward apenas despertaban un poco asombrados por lo sucedido, pero consientes de todo, con cara de felicidad, pues ambos necesitaban unir esa pasión desenfrenada que sentían a pesar de las consecuencias. Edward se acercó a su oído preguntándole, casi como un susurro.

—¿Eres así con tu novio? -

—¿Como así? – Contestó.

Apasionada, fogosa, totalmente entregada, desenfrenada. - dijo

— Solo contigo me siento de esa forma eres único y lo tienes todo, me hiciste perder la razón y esto no queda aquí te lo aseguro Ed, nos volveremos a ver muy pronto. – aclaró.

Edward con un poco de seriedad en su rostro, le acepta las palabras a Camila. Se despiden con abrazos, cada uno con una sonrisa en los labios haciendo ver que la pasaron muy bien, que el recuerdo les quedará para una nueva cita amorosa llena de pasión y lascivia. Ya todo el salón estaba repleto de personas que hicieron su viaje por placer, negocios y en especial la celebración del aniversario de los esposos Long Harrys. Aprovechando el momento, Pamela agradece a todos por haber asistido a la fiesta llevando muchos recuerdos en su corazón, prometiendo olvidar todo lo sucedido. Sus ojos brillaban de alegría, felicidad, motivado al reencuentro con muchas personas que tenía tiempo sin ver, pero sabía que siempre estarían allí.

— Disfruten su estadía en esta adorable isla, la cual, ya hemos visitado con la familia, les digo es un encanto.

Recordó algo que faltó por hacer, para cerrar con broche de oro. Enseñó a todos el collar de diamante que se había extraviado y todos aplaudieron contentos. Sin embargo, quedó la pregunta en las mentes de muchos “¿quién tomó el collar de diamantes?” y “¿cómo fue a parar en manos de Pamela nuevamente?”. Todas esas preguntas las tenía Edward también en su cabeza, pero la pregunta que aún no tiene respuesta es ¿cómo lo encontró ella y no los de seguridad? En algún momento, él tendrá que averiguar todo eso.

Ya en el Hotel les dieron la bienvenida a los huéspedes con agasajos, brindis, comida, bailes entre otros entretenimientos, fue un gran recibimiento de parte del Hotel Bahamas Paradise. Un lugar exquisito con mucho que ver y disfrutar, excelente, hermoso el lugar para pasar unas vacaciones inolvidables. Edward y su esposa subieron a su habitación, muy contentos de estar relajados allí, aprovecharon la ocasión para llamar a sus hijas, Violett y Catherine.  El dormitorio tenía una vista al mar y los jardines eran impresionantes, contaba con una terraza llena de plantas de exterior resistentes al sol y al calor, una mesita con dos sillas para tomar el té en las tardes. El papel tapiz de las paredes combinaba con las cortinas de tela satinada.

—¿Cómo fue que apareció en tus manos el collar? Explícame. – preguntó Edward, esperando que le aclarara sus dudas.

—¿Y tú dónde estabas? Te busqué, no pude hallarte. –

—Quiero saber todo lo sucedido, estoy en mi derecho. – espetó.

Ella dio media vuelta y abandonó la habitación, dejando sus palabras en el aire. Edward se preguntó qué pasaba, pues no parecía la misma.

La brisa suave de la madrugada estaba un tanto fría, la luna se veía a lo lejos, casi sonriente. Para Pamela todo había sido como una ilusión. Nunca se imaginó volver a ver y estar con Ascanio, en sus brazos musculosos que a ella le fascinaban. Siempre llamó su atención los hombres corpulentos, llenos de energía, y que la envolvieran en una vibra positiva. Estaba viviendo una ilusión donde saciaba todo su cuerpo, recorriendo cada poro. Con la satisfacción de poder sentirse viva. Mientras abrazaba la noche, veía la luna haciéndola cómplice de sus pensamientos. El hotel estaba rodeado de muchas flores, árboles que hacían figuras con sus sombras. La noche se prestaba para la pasión y la seducción. Sin caer en cuenta dónde y con quién pasaría la primera noche.

Llegó la hora de cenar, se disponía a las 07:00 de la noche en el gran y lujoso comedor, con una decoración impecable. Se sirvió el banquete, mientras todos charlaban, otros bebían algunas unas copas. A lo lejos, se podía percibir una melodía muy suave que envolvía el momento como un velo azul con caricias blancas y romanticismo. Al terminar, todos se retiraron a sus habitaciones para descansar.

A la mañana siguiente apareció el rey del día, el sol estaba intenso, se sentía muy cálido el ambiente. Todo un paraíso, se escuchaba el canto de los pájaros, llamando la atención de los turistas pues era como un coro. En el comedor del jardín, se encontraban Camila y Ascanio con un par de amigos, se veían muy contentos, disfrutando del desayuno. Intercambiando unas que otras palabras de negocios, sus carcajadas se oían a distancia.

Edward y Pamela tomaban el desayuno cuando la pareja apareció muy radiante, tomados de la mano. Ascanio notó algo extraño en ella, su reacción no fue apropiada después de lo sucedido, pero debían disimular, lo que pasó en el barco se quedó allí. La miró y pensó “¿será que olvidó que se estremeció de placer en mis brazos?”. Pamela sostuvo su mirada, fue profunda e intensa, llena de deseo, casi la delata. Confirmándole a su amante que esa noche debía repetirse, ambos estaban seguros que así sería.

A las afueras del jardín, se encontraban algunos huéspedes charlando. Alrededor se apreciaban las flores blancas, el verdor de la grama y una gran laguna a unos metros de distancia. Entre ellos, podía verse al señor Jhon Thomas, amigo de confianza de Edward, el responsable de las finanzas de la compañía, y junto a él, su asistente Caroline Ricks, una mujer de temple hecha para ese trabajo. Muy firme en sus decisiones, talentosa, con una sonrisa tranquila y piernas largas que llamaban la atención de cualquier hombre, pelirroja. Lleva todo el control de sus actividades como empresario, pues tenía muchos años trabajando de la mano con Edward. Sin embargo, nunca había pasado nada fuera de lo usual, aunque a ella no le faltaban ganas. Lo tenía todo, belleza e inteligencia y su larga cabellera la hacía ver más interesante.

Pasada la mañana, los esposos Long se encontraban disfrutando de la piscina y sus comodidades, aprovechando que hacía un buen día.

—¿Cómo te sientes? – Preguntó Camila, acercándose a Pamela.

— Mejor, gracias por lo que hiciste en el barco por mí. –

— Tranquila, lo hice por ti, por nuestra amistad, aunque ya no seamos tan unidas. Ya pasó. ¿Cuánto tiempo estarás en el hotel? – expresó.

— Pues, estimo estar tres días. Dejamos a las niñas con mi madre. – contestó con una sonrisa.

Siguieron charlando de los viejos tiempos hasta que el sol se ocultó.

Ya pasadas las 08:00 de la noche, los invitados se arreglaban para el baile de bienvenida, estaba programado en el protocolo del hotel. Como motivo principal tenían celebraciones de cumpleaños, aniversarios y entre otros muy especiales. La tarjeta de invitación estaba bien redactada, la presentación magnífica, hecha con un material muy delicado. Con letras doradas, anunciando el baile de máscaras.

Llegó la hora donde resaltaba la elegancia y etiqueta, cada uno con sus máscaras, enviadas previamente por parte de los encargados del hotel. Pamela llevaba un vestido azul intenso, su brillo era como el cielo lleno de estrellas, titilando con muchos destellos, ceñido al cuerpo. Su collar de diamantes lucía aún más impresionante. Solía cuidar mucho su silueta, se mantenía casi a la perfección, formaba parte de su rutina diaria. Cuidaba su alimentación, se ejercitaba y su cutis para mantenerse radiante. Mientras Edward esperaba a su amada esposa, se impresionó cuando la vio tan hermosa. Acercándose para tomarla de la mano, la abrazó. Ella se incomodó un poco, tenía puesto el antifaz, pero todos sabían que era ella. La reconocieron al instante.

Transcurrían las horas, Ascanio como siempre platicaba con sus amigos. Era un círculo pequeño. Su novia lucía muy glamorosa, llevaba un hermoso vestido oscuro que resaltaba su esbelta figura, dejando atónitos a todos con su belleza. El jazz de fondo daba un ambiente más ostentoso, la voz inigualable de Eloise Thompson, una mujer de piel oscura, tersa y brillante, era como escuchar a los ruiseñores en momentos armoniosos.

El baile continuaba, todos disfrutaban el momento usando las máscaras y antifaces diligentemente.

De pronto alguien interrumpió la música, era el Sr. Ascanio Serutti quien diría unas palabras, todos se extrañaron, tomó el micrófono en su mano llamando la atención de todos.

Amigos en esta ocasión, quiero hacer un brindis por todos los que estamos aquí y en especial a mi gran amiga Pamela y a su distinguido esposo, Edward Long, por este momento inolvidable que hemos disfrutado en este viaje, les deseo mucha suerte, felicidad y lo que haya sucedido, queda en el olvido, disfrutemos de esta gran fiesta.

Pamela quedó casi sin aliento, pensó que Ascanio haría cualquier desatino, pero luego respiró más tranquila al darse cuenta que el discurso había acabado exitosamente para ella.

Las miradas se cruzaban tras los antifaces, las copas para algunos, ya se hacían sentir en la cabeza, la noche pasaba lenta, como midiendo el tiempo, la música embriagaba los sentidos, haciendo mover lentamente sus cuerpos.

Camila reía a carcajadas escuchando algunos relatos, anécdotas de los amigos, mientras Edward estaba pidiendo una melodía para bailar con su esposa, fue un gesto hermoso de parte de él, pues ella se sentía en las nubes, la felicidad irradiaba en cada uno de sus movimientos, al terminar la melodía, Ascanio se le acercó, dice unas palabras, pero Ed se retira educadamente, dejándolos solos.

Ascanio, aprovechando el momento le dice a Pamela.

— Salgamos un rato, vamos a tomar un poco de aire, pero antes llenemos nuestras copas, están casi vacías.

—¿A dónde iremos? Pregunta ella un poco nerviosa, pues Edward se encontraba cerca y no quería tener problemas con él —

— Tranquila solo disfrutaremos un poco de esta hermosa noche tan brillante como tú, y ya queda de nosotros que pase algo más ¿no te parece? querida.

Las miradas de ambos comenzaron a tener un sentido de imaginación, se les notaba el deseo de estar juntos. Ascanio la miraba con mucho morbo, recorría su cuerpo con los ojos llenos de pasión, deseando el momento preciso para disfrutar nuevamente de todo aquello que dejó ella marcado en su piel, sin olvidar lo apasionada que es.

Pamela observando la situación y sintiéndose un poco tensa, le sugiere regresar, pero él la toma de su brazo con un poco de fuerza y la lleva hasta rozar su torso varonil, ella sin poder zafarse de Ascanio, lo miró atentamente preguntando.

— Vamos a mi habitación, quiero volver a sentir todo aquello que sentimos en el barco, en mi camarote ¿lo recuerdas? sentí estremecerte en mis brazos, estrechamos nuestros cuerpos con mucha pasión.

— Claro que lo recuerdo, fue hermoso, pero también inesperado, necesitaba recuperar mi collar de diamantes o ¿se te olvidó?, eso fue el precio que tuve que pagar, para recuperarlo.

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