La verdad largamente enterrada emergió con fuerza, y el aire a nuestro alrededor se volvió denso por la tensión.
En el instante en que la mirada del alfa Sebastián se cruzó con la mía, todo su cuerpo se tensó y su rostro perdió el color, como si hubiera recibido un golpe fantasma. Los brazos que sostenían firmemente a su heredero, Carlos, se aflojaron sin aviso.
Carlos, que se regodeaba en su inminente estatus de alfa, de repente cayó al suelo y un agudo grito de dolor escapó de su garganta al impactar con fuerza.
—¡Padre! ¿Qué te pasa? —su voz temblaba, cargada de incredulidad.
Verónica, su Luna, se lanzó hacia él, envolviéndolo en un abrazo, su voz fue dulce y tranquilizadora. —Calla, mi cachorro. Tu padre está furioso con la omega que se atrevió a tocarte y la hará pagar.
Los lobos reunidos murmuraron en acuerdo, sus susurros eran un bajo y expectante gruñido.
—Miren al alfa Sebastián, su rostro está pálido por la rabia.
—¡Claro! Un alfa puede tomar una compañera elegida por razones