La repentina conmoción se propagó por la manada, enviando una ola de tensión en el aire.
La reunión, antes animada, se detuvo y un pesado silencio cayó sobre todos, como si contuvieran la respiración. Los lobos que me habían sujetado aflojaron su agarre, parándose erguidos, atentos a la escena que se desarrollaba.
Verónica retiró el pie, con sus ojos fijos en la caravana de elegantes SUV negros adornados con el emblema del alfa.
Me levanté rápidamente, colocándome frente a mi hija, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho.
Bajo la atenta mirada de la manada, un hombre con un traje negro impecable avanzó, abriendo respetuosamente la puerta del vehículo principal, de donde emergió el alfa Sebastián, vestido con un traje impecablemente confeccionado que parecía reflejar su imponente presencia. Su poder se sentía en el aire, enviando una descarga eléctrica a la multitud.
Sus rasgos cincelados, junto a un aire innegable de dominio, exigían atención inmediata, y los espectadores bajaron instintivamente la mirada, mostrando respeto.
—¿Ese no es el alfa? —susurró alguien con asombro.
—Sí, ¡ese es! ¡Hasta su entrada impone respeto!
—¡Es tan poderoso! No es de extrañar que esa mujer omega intentara ganarse su favor.
Mientras los murmullos de envidia recorrían la multitud, Verónica caminó con confianza hacia Sebastián, entrelazando su brazo con el suyo de manera posesiva.
—Mi alfa, ¿qué te trae por aquí? —preguntó con voz dulce, aunque sus ojos brillaban con triunfo.
La mirada del alfa Sebastián se suavizó al verla, y una rara sonrisa afectuosa se asomó en sus labios.
—¿No mencionaste algo sobre una… perturbación en la guardería? —su voz era profunda, y un gruñido peligroso vibraba bajo sus palabras—. Naturalmente, vine a asegurarme de que nadie se atreva a amenazarte ni a ti, ni a nuestro hijo.
Verónica parpadeó con coquetería, disfrutando plenamente la atención.
—¿De verdad? Entonces, sin importar quién me desafíe, ¿siempre estarás de mi lado?
El alfa Sebastián no dudó.
—Por supuesto, nuestro hijo y tú son mi máxima prioridad, nadie puede hacerles daño.
La sonrisa de Verónica se amplió con orgullo, plenamente consciente del peso de sus palabras. A su alrededor, los demás lobos intercambiaron miradas, con destellos de envidia en sus ojos.
—Siempre he oído que el alfa Sebastián es ferozmente leal a su compañera. Ahora lo veo con mis propios ojos.
—Míralos, realmente están hechos el uno para el otro. Una verdadera Luna y su alfa.
—Exacto. ¿Y, aun así, algunos se atreven a desafiar a la Luna Verónica? Esa omega está a punto de recibir una lección que nunca olvidará.
Entre los murmullos de la multitud, de repente, una pequeña figura corrió hacia el alfa Sebastián.
—¡Papá! —la voz de Carlos resonó llena de emoción mientras se lanzaba a los brazos de Sebastián.
El alfa lo atrapó sin esfuerzo, levantando a su hijo con una fluidez que parecía un movimiento natural.
—Hola, pequeño guerrero. ¿Oí que alguien se atrevió a desafiarte? —su voz contenía un leve gruñido peligroso.
Carlos sonrió con suficiencia, sus ojitos se entrecerraron en finas rendijas.
—Sí, fue una mocosa. Cuando la derribé, intentó empujarme, pero me aseguré de que supiera cuál es su lugar, hasta la arañé con mis garras.
El agarre de Sebastián sobre Carlos se apretó, lleno de orgullo.
—Bien, hijo mío. Así debe actuar un futuro alfa —su voz rebosaba aprobación—. Si alguien se atreve a desafiarte, ataca primero. Muéstrales quién tiene el poder y no te preocupes por las consecuencias, porque yo me encargaré.
Carlos asintió con una expresión feroz.
—Entendido, papá.
—Bien.
Tras elogiar a su hijo, el alfa dirigió su intensa mirada hacia Verónica.
—Ahora, muéstrame quién fue el tonto que se atrevió a desafiar a nuestro hijo.
A su orden, Verónica condujo a Sebastián entre la multitud, sus ojos brillaban con satisfacción mientras señalaba directamente hacia donde me encontraba con mi hija.
—¡Ahí, mi alfa! ¡Fueron esa omega y su cachorra!