Capítulo 8
En el instante en que sus palabras cayeron, un pesado silencio cubrió a los presentes. Verónica y los padres aduladores que habían estado a su lado con tanta confianza, mostraron expresiones de horror puro, su arrogancia se desmoronó al comprender la verdad. Habían cruzado una línea que nunca debieron osar tocar.

Les lancé una mirada gélida antes de volverme hacia el alfa ejecutor, con voz firme e inquebrantable. —Oficial, mi cachorra necesita atención médica inmediata. Espero que este incidente se maneje con la máxima seriedad, y me aseguraré de que se haga justicia.

El ejecutor asintió con brusquedad. —Entendido.

Sin dudar, ordenó a los guerreros de la manada que escoltaran a los culpables a la estación de policía de la manada. Antes de partir, me recordó que debía proporcionar la documentación correspondiente; recibos por la propiedad dañada, así como informes médicos detallando mis heridas y las de mi hija. Solo con un expediente completo podría aplicarse el castigo apropiadamente.
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