Durante estos años, Rosa había llevado la vida como una mascota de Fabio. Aparte de disfrutar de su estatus y la vida lujosa, incluso había olvidado cómo ganarse la vida. Fabio la había abandonado, pero ella necesitaba una gran suma para los gastos médicos de Leah. Madre e hija se quedaron en profunda desesperación. Sin más remedio, ella intentó pedir ayuda a sus viejos amigos.
Cuando era joven, ella les había seducido a muchos lobos casados con su belleza. Sin embargo, con el paso del tiempo, esos trucos ya no funcionaron, y lo que recibió fue solo humillación. Nadie quería prestarle dinero, pero los lobos pícaros la consideraron una nueva presa perfecta y casi logran secuestrarla.
Desesperada, quería que Anderson le diera dinero, sin saber que este me había cedido todas sus propiedades a mí estableciendo una maldición el día en que descubrió la verdad. Cuando la policía lo encontró, ya se había convertido en un mendigo sin hogar.
Sin más opciones, y como una loba egoísta, decidió cor