Mientras charlábamos, un amigo me saludó y me trajo de vuelta a la realidad. Se sorprendió mucho por mi regreso, me preguntó adónde me había ido. Le conté sobre las historias ocurridas en la Isla Nieve, y al caballero le encantaron. Con sus miradas llenas de elogios y expectativas, eliminó el último rastro de sentimientos relacionados con Anderson que yacían en mi corazón.
De aquí en adelante, podría seguir con mi vida a grandes pasos. Ese día hacía muy buen tiempo, así sería mi futuro.
Tres años después, me convertí en una terapista muy famosa a la que todas las manadas cercanas siempre pedían ayuda. Curé a miles de hombres lobo, y todos estaban muy agradecidos por mi ayuda, prometiéndome protegerme para siempre.
Había estado contribuyendo constantemente a la medicina de los hombres lobo: había recorrido las zonas prohibidas de la selva tropical, explorado las tierras en el Círculo Polar, e incluso había sido testigo de reuniones de hombres lobo en lo profundo del desierto durante la