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Haidar apretó los labios, mirando a su tía con un poco de tristeza.

—Lo lamento mucho, tía, pero tendremos que hablar después —soltó, mientras ajustaba el botón de su chaqueta—. En este momento tengo algo importante que hacer.

Las palabras de su sobrino dejaron a Aisha completamente indignada. ¿Cómo podía simplemente dejarla allí, ignorando sus reclamos como si no importaran? La mujer frunció el ceño y comenzó a seguirlo, exigiendo respuestas mientras caminaba tras él.

—¡Haidar! ¡No puedes dejarme con tantas preguntas! ¡Dime qué es lo que estás pensando! —le gritó, pero el árabe no se detuvo.

Con el paso firme y decidido, Haidar siguió avanzando hacia el lugar donde se llevaría a cabo la rueda de prensa. Sus pasos resonaban en los pasillos, mientras su tía, insistente, continuaba tras él. Finalmente, Aisha se detuvo al darse cuenta de que su sobrino no iba a ceder. Respiró profundamente, furiosa, y se quedó en su lugar.

Aurora, quien había estado observando la escena, apresuró el paso
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