Hespéride había transmitido por medio de pantallas que hizo aparecer en los reinos libres y conquistados lo sucedido en Krónica. Ahora, cada ser del continente de Alesia sabía la identidad de Némesis, ese que se había levantado en contra del titán. El nombre había retumbado como un eco prohibido en las entrañas de cada ciudad, villa, castillo, fortaleza y campo de batalla. No era un nombre cualquiera. Era un Khronos. Uno de los que se creían extintos. Un sobreviviente de un linaje que había sido bendecido por el espíritu primordial del tiempo.
El rostro de Hespéride aparecía en cada pantalla flotante, su cabello oscuro, sus ojos de la misma tonalidad, velados aún por la identidad que debía mantener en secreto. En ese instante, el aire mismo parecía contenerse; incluso los vientos que azotaban las costas y los desiertos guardaron silencio. Las almas estaban expectantes.
—He transmitido lo ocurrido en Krónica —dijo Hespéride con voz firme, penetrante, que no necesitaba gritar para ser e