–Creo… Creo que estoy embarazada. –En cuanto se lo dijo a Claudie, Amaris se dió cuenta de que fue un error.
La cara de Claude pasó de sorprendido al horror en segundos.
–¿Crees?
Amaris asistió.
–Espero por tú bien que solo sea una falsa alarma. –Le dijo entre dientes antes de llevarla al hospital para una ecografía.
–Es correcto Alfa. –Le confirmó la ginecóloga. –Ella esta embarazada.
“Ella”, no “Luna”. En la manada nadie la trataba con el suficiente respeto.
–¡Maldición! –Claude estaba furioso. –Encargate. –Le dijo a la doctora antes de salir de la consulta.
–Si Alfa.
–¿Qué? ¡No! –Amaris trató de salir de la oficina, pero la puerta estaba cerrada por fuera, se dió vuelta para mirar a la ginecologa y esta tenía una jeringa en la mano. –¡No! ¡No! ¡Por favor no!
No la escuchó y le inyectó lo que tenía en la jeringa. Pronto quedó inconsciente.
Cuando volvió a despertar estaba en su dormitorio. No tenía que ser adivina para saber que habia pasado, su cuerpo dolia y eso indicaba que ella había perdido a su bebé.
–¡Lo odio! Lo odio con todo mi ser. –Amaris gritó y lloró por toda la noche, pero nada podría traer a su bebé de vuelta. En la mañana ya no lloraba, pero sus ojos ya habían dejado de brillar por completo. Ella necesitaba irse.
Planeó su escape, y en una noche sin luna estaba lista para salir de ahí. Salió de la casa mientras todos dormían y se fue acercando a los límites del pueblo tratando de que nadie la viese, luego se internó en el bosque y corrió. Lamentablemente ella no contaba con una loba, así que solo podía escapar en su forma humana, sus sentidos eran los de un humano entonces no se dió cuenta el momento en que estaba rodeada de lobos y cuando reconoció al lobo castaño de Blake supo que estaba perdida.
Fue arrastrada hasta la casa de la manada y esta vez subieron hasta el ático donde recién ahí la soltaron.
–¿Qué crees que hacías? –Claude estaba furioso.
–¡Mataste a mi hijo! ¿Qué crees que hacía? ¡Irme!
–Tú no puedes irte. Soy tu dueño, haces lo que yo digo.
–Yo no tengo dueño. –Artemis lo contradijo y recibió un golpe por eso. –¿Por qué me odias tanto?
–¿Odiarte? Yo solo quería acabar con esa cara de inocente que tenías cuando te conocí. Si además conseguí el bosque colindante a la manada fue un plus.
–Pero ahora tienes que cargar conmigo.
–Una sirvienta gratis y una puta para cuando no tengo a nadie más. –Ella intentó golpearlo por eso, pero él la detuvo antes para luego empujarla haciendo que se cayera.
–¡Te odio! –Le gritó desde el piso.
–Eso me lo has repetido muchas veces. –Claude se acercó a ella. –Ahora tu castigo. –Se sacó el cinturón y con este la golpeó. Amaris perdió la cuenta de cuánto fueron los golpes, solo sabe que en un momento quedó inconsciente. Después despertó y estaba tendida en unas mantas, al mirar a su alrededor seguía en el ático. Supuso que esa era su nueva habitación.
Miró por la pequeña ventana que había en el ático y vió la luna en todo su esplendor.
–¿Este es mi castigo por desobedecerte madre? –No obtuvo respuesta y solo pudo llorar.
Y ahora tres años después estaba cansada de esa vida. Los golpes por parte de Claude se convirtieron en una rutina, el único momento en que era amable con ella era cuando estaba en celo y ahí era solo Blake el que estaba en control y una vez que terminaba las palizas que recibía eran peores; ella podía darse cuenta que eran para evitar que quedara embarazada o hacerla abortar. En esos años ella nunca más se acercó a Claude a decirle que estaba embarazada.
Cuando terminó de limpiar los baños de la casa de la manada volvió a la cocina. Ese día estaban todas las omegas como locas, corrían preparando todo tipo de comida y postres que se servirían esa noche en la fiesta. Una vez al año se celebraba una fiesta en la madana Shadowmoon y obviamente ella no iba a estar presente. Nunca lo estaba. Nadie fuera de la manada sabía que Claude tenía una compañera, así que su presencia no era necesaria.
–Deja de mirar y ayuda con la carne. –La jefa le ordenó a Amaris mientras murmuraba que nunca había visto a alguien tan inútil antes en su vida.
El resto del día fue solo seguir órdenes hasta que todo el lugar estaba perfectamente limpio y toda la comida lista.
Amaris estaba lista para escabullirse al ático, pero antes de que lo pudiera hacer la jefa de las omegas, Tania, la miró y le ordenó ayudar a servir a los invitados.
Mascullando su mala suerte hizo lo que le ordenaban. Fue a vestirse con un traje de sirvienta que era para ocupar solo en ocasiones especiales y frente a un pedazo de espejo que tenía arreglo su cabello en un recogido bien apretado. Esperaba que de esa manera su cabello no llamara la atención. Aunque ya no lo cuidaba como antes, este seguía tan brillante y mostrando diferentes tonos de rubios que lo hacía verse multicolor. Cualquiera creería que se lo teñía, pero era su cabello natural. Miró sus ojos grises y se dió valor para enfrentar la noche. Puso la mayor sonrisa falsa en su rostro y fue al salón.
Se dedicó a servir tragos por todo el salón. Ya habían llegado casi todos los invitados. Solo faltaba el Alfa Carl para poder servir la comida. Solo que cuando llegó no estaba solo, venía acompañado de su única hija, Alice, que en cuanto ingresó se quedó quieta mirando a todos. Al ver que su hija se detenía el Alfa también lo hizo y la miró para luego mirar a su alrededor.
Amaris vió como Claude se paraba y no quitaba los ojos de encima de la recién llegada. Pronto todas las conversaciones se detuvieron para observar qué estaba pasando. Para todos era obvio. Pero estuvo aún más claro cuando a ambos se les escuchó susurrar la misma palabra.
–Compañero.
–Compañera.
El Alfa Claude había encontrado a su compañera, Alice era la próxima luna de la manada Shadowmoon.
Con una nueva mujer que estaría en la vida del Alfa Claude de forma permanente… ¿Qué sería de Amaris?
A Amaris se le cayó la bandeja con tragos que tenía de la impresión. Y ese ruido hizo que todos quitaran la vista de la nueva pareja para mirarla a ella, también atrajo la mirada de su marido que solo tenía repulsión para ella. –¡Vete! –La enlazó mentalmente para ordenarle eso. Ella obedeció. Ya no quería estar ahí, presenciando eso. Corrió al patio para tomar aire, necesitaba despejarse. Miró el cielo, pero no se veía la luna, las nubes la ocultaban. Cuando logró calmarse volvió al ático. No pasó mucho tiempo después de volver que escuchó como todos los vehículos abandonan la propiedad, lo más seguro es que querían dejar a la nueva pareja sola. Amaris se preparó; esa noche no sería fácil para ella. Y tenía razón. No lo fue. Pocos minutos después que se fueran todos, el dolor comenzó y está vez ella encontraba que era peor que todas las otras veces. Sabía que está mujer estaría de forma permanente en la vida de Claude y no sabía que le haría a ella cuando supiera de su existenc
Cuando Amaris perdió toda esperanza que Claude volviera a ser el hombre del que se había enamorado y cada vez lo odiaba más, empezó a planear su venganza. Ella esperaba que algún día podría escapar de esa vida que llevaba y ahora que al fin estaba libre de ese martirio lo haría. Lo primero que tenía que hacer era buscar a Elliot Velasquez. Elliot era el Alfa de la manada Midnight y Claude era su mayor enemigo. Hace muchos años, cuando eran adolescentes, tuvieron una pelea y desde entonces no se hablan. El río era lo que dividía las dos manadas y tenía que asegurarse que era la manada Midnight quien la encontraba. –No mires abajo, no mires abajo. –Amaris se repetía, pero no sirvió de nada. Miró abajo. Eran unos buenos quince metros que tenía que saltar. Y el río abajo se veía torrentoso. ¿De quién había sido la idea de saltar? ¡Ah sí! De ella. No lo pensó más y saltó, después de todo esa altura no la iba a matar. Solo dolería.La corriente estaba en su contra, cada vez que ella querí
La noche llegó sin estrellas.Amaris estaba sentada en el borde de la cama, envuelta en una bata que olía a lavanda. Afuera, el bosque susurraba, como si quisiera decirle algo. Tal vez lo hacía. La luna no se había mostrado desde que despertó. Ni siquiera ella quería verla.No podía dormir. La imagen de Silvana embarazada aparecía una y otra vez en su mente. No por celos. No por envidia. Sino por la cruel ironía. Había venido buscando un arma. Una forma de atacar a Claude donde más le doliera: en su orgullo, en su poder. Pero en sus planes nunca había estado que Elliot pudiera tener una vida. Una esposa. Un hijo en camino. ¿Qué clase de mujer sería si me interpusiera entre ellos?La respuesta era sencilla. Sería igual que Claude.Y ella no quería ser como el hombre que odiaba. Amaris apretó los puños, aun un poco mareada por el dolor de cabeza aunque ya era miniño. Se recuperaba rápido. Tenía dos opciones; quedarse, fingir debilidad, fingir olvido, ganarse la confianza de Elliot y
El camino hasta la cabaña no fue largo, pero Amaris no dijo una palabra. Iba caminando al lado de Ralf, observando los edificios a su alrededor, a los niños jugando, a los vendedores, a todos. Se notaban contentos, tranquilos. Muy diferente a como ella se sentía.Ralf caminaba con las manos en los bolsillos como si no tuviera ninguna responsabilidad en el mundo.–Es una buena zona –comentó de pronto, señalando con la barbilla–. No está tan lejos de la casa del alfa, pero tampoco tan cerca.Amaris no respondió.–La cabaña es pequeña, pero privada –siguió hablando.–No necesito privacidad –murmur&oac
La sala de archivo, era un cuarto oscuro, lleno de polvo que en cuanto Amaris lo vio, lo odió. Estaban todos los informes en cajas, puestos por todo el lugar sin un orden. Ordenar ese lugar iba a tomar tiempo. Mucho tiempo. Se arremangó su blusa y empezó con su tarea titanica. La mayoría de los archivos eran tediosos. Informes de rutina, horarios de patrullaje, rotaciones de guardia… solo que las fechas estaban revueltas y eso era lo que tenia que ir arreglando. Amaris había perdido la cuenta de las horas. Entre papeles rotos y registros medio ilegibles, el trabajo era más una prueba de paciencia que de habilidad. Le llevaron un sandwich a la hora del almuerzo que comió mientras seguía ordenando ese lugar. Solo que por momentos estaba encontrando algo que no cuadraba. No era constante, no aparecía todos los días, pero ahí estaba. Escondido entre los reportes de patrullaje. Cerca de la medianoche, nunca la misma hora, siempre distinta y solo una hora. Y nunca había dos vacíos segu
El leve chirrido de la puerta interrumpió momentáneamente el silencio del despacho. Amaris alzó la vista. Silvana entró con una bandeja entre las manos y una sonrisa suave que iluminaba su rostro. El aroma a pan recién horneado y té tibio se deslizó por la habitación con una calidez acogedora. Al verla, Elliot, dejó el bolígrafo sobre la mesa y se puso de pie. –Buenos días –dijo él, acercándose a ella. –Buenos días, amor –respondió Silvana, levantándose ligeramente de puntas para besar su mejilla–. Te traje algo de desayuno. Pensé que tal vez no habías comido nada desde anoche y… bueno, como no volviste a casa… supuse que estabas trabajando, pero me quedé esperando igual. Elliot le sostuvo la mirada por un instante. –Lo siento –dijo él en voz baja–. Perdí la noción del tiempo y después no quería despertarte tan tarde. Ella negó con la cabeza, comprensiva.–No importa. Ya sé cómo te pones cuando algo te inquieta –murmuró con ternura y le acarició el rostro con dulzura. Luego mir
Amaris se levantó para dejar todos los reportes en una esquina del escritorio de Elliot. Algunos sobresalían del montón y al querer enderezarlos, uno de los papeles resbaló.—Cuidado —murmuró Elliot al mismo tiempo que ella estiraba la mano para atraparlo.Ambos se agacharon a la vez. Sus manos se rozaron haciendo que ella se moviera apresuradamente perdiendo el equilibrio. Sin pensar, Elliot la sujetó por la cintura para evitar que se cayera.Quedaron así, congelados por un instante. Ella sostenida por él, sus rostros más cerca de lo que debería ser cómodo, con la respiración entrecortada por la cercanía. Amaris se enderezó enseguida, apartándose con rapidez. Pero no pudo evitar sentir como su corazón se aceleraba.—Gracias —dijo en voz baja, evitando mirarlo y con las mejillas sonrojadas.Elliot carraspeó y dio un paso atrás, incómodo, rascándose la nuca.—¿Y? —Elliot tosió en su mano antes de volver a hablar—. ¿Has recordado algo?Ella lo miró, sin saber si la pregunta era por cur
La cabaña estaba en penumbra, iluminada apenas por la tenue luz de la lámpara sobre la mesa. Amaris, envuelta en una manta, daba vueltas con una taza entre las manos. La imagen de Silvana adentrándose en el bosque seguía firme en su memoria. No había podido contárselo a nadie aún… aunque la idea de hablar con Ralf empezaba a parecer más segura que seguir callando. No solo porque necesitaba que confiaran en ella, sino que también porque algo estaba ocultando y no creía que fuera bueno. Unos golpecitos sonaron en la puerta.“Llegó Ralf”, pensó Amaris antes de acercarse y abrir. Encontró a Ralf con su sonrisa fácil de siempre.—Hola chica misteriosa. ¿Molesto? —preguntó con voz baja.—Depende —respondió ella, cruzándose de brazos con una ceja levantada y una pequeña sonrisa en el rostro. Era fácil hablar con Ralf. Era como un pequeño hermano molesto. —No vine solo —dijo él, ladeando la cabeza.Detrás de él apareció Elliot con los brazos cruzados y la expresión neutral… o al menos eso i