Ivory contestó rápidamente y, dos horas después, Katherine ya estaba sentada frente a ella en un café.
Con una sonrisa tranquila, Katherine empujó una caja de madera antigua hacia Ivory.
Ivory abrió la caja, sacó con cuidado el colgante de rubí colocado sobre la tela de terciopelo negro y lo sostuvo en la palma de la mano para mirarlo detenidamente.
Cuanto más la miraba Ivory, más fascinada se sentía. No pudo evitar un elogio: —Realmente es una gema de gran calidad. No hay muchos colgantes de esta calidad en el mercado. Diga su precio.
Katherine sonrió y dijo suavemente: —No estoy obsesionada con las gemas. Ya que eres tan amante de las gemas, te daré este colgante gratis.
Al oír esto, Ivory miró sorprendida a Katherine y volvió a guardar el colgante de mala gana en la caja de madera.
—Sra. Walker, no soy tonta. Sé que nada es gratis y no me meteré en problemas por ser avariciosa. Además, ¡soy capaz de comprar este colgante!
Katherine negó con la cabeza. —Lo has entendido mal. Mi fami