Stanley, con los ojos llenos de nostalgia, continuó su relato mientras Katherine lo miraba en silencio, tratando de asimilar cada palabra. Él acarició su mano con suavidad, como si el contacto pudiera amortiguar el impacto de lo que estaba por contar.
—Lara y yo habíamos perdido toda esperanza de tener hijos. Tu madre... —hizo una pausa, recordando a su difunta esposa con tristeza—, deseaba con todo su corazón ser madre. Lo intentamos todo, pero la vida no nos dio esa bendición.
Katherine vio cómo su padre se detenía por un momento, su mente viajando al pasado.
—Hasta que, un día... —Stanley miró a Katherine directamente a los ojos, con una expresión de incredulidad aún presente en su rostro después de todos esos años—. Una mañana fría de invierno, alguien dejó un bebé en la puerta de nuestra casa. Estabas envuelta en mantas, dejada allí como si... como si alguien supiera que estábamos desesperados por un hijo. Esa bebé eras tú, Katherine.
Katherine sintió cómo el aire se detenía en s