...
Katherine...
Caminando de un lado a otro, volvió a la cabecera de la cama de Anthony.
—¿Anthony?
Katherine gritó tímidamente, pero el hombre de la cama respiraba con dificultad y no respondió.
Apretó los dientes, se acercó a la cama y bajó la cabeza para levantar suavemente la camisa de Anthony. Al instante, sus manos empezaron a temblar sin control.
¿Era ésta la herida que había hecho con sus propias manos?
Katherine contempló la larga y profunda cicatriz carmesí, y su corazón no sintió la satisfacción inicial que había imaginado. En cambio, le pesaba, casi la asfixiaba.
Incapaz de encontrarse con su propia mirada, apartó los ojos.
Al cabo de un largo rato, Katherine se recompuso y tomó la solución yodada de la mesilla de noche. Con manos temblorosas, siguió limpiando la herida de Anthony.
No supo cuánto tardó. El cubo de la basura se llenó de bolitas de algodón ensangrentadas antes de que la herida de Anthony dejara por fin de sangrar.
Katherine dejó escapar un suspiro de alivio