Pero esta vez era diferente. Esta vez, Anthony estaba ahí porque había tomado una decisión peligrosa por ella. Por primera vez, Katherine sintió una punzada de culpa profunda. Se dio cuenta de que, de alguna manera retorcida, Anthony había puesto su vida en riesgo por ella, y eso la desconcertaba.
Jason, que estaba junto a la cama de Anthony, levantó la vista al verla entrar. Su rostro estaba grave, y en sus ojos había una preocupación genuina.
—Katherine —comenzó Jason—, Anthony está muy grave. Sin el antídoto, no creo que pueda superar esta noche.
Las palabras resonaron en la habitación como un eco siniestro. Katherine sintió que el mundo se le cerraba alrededor, y de repente todo el aire se volvió pesado, difícil de respirar.
Miró a Jason, sus pensamientos corriendo a mil por hora, pero una pregunta surgió en su mente antes que cualquier otra.
—¿Quieres decir que ahora la vida de Anthony está en mis manos? —preguntó, su voz casi un susurro. La realidad de la situación golpeaba con