La contención de Antoine Kirill fue inútil. El hombre acusó al suegro de Volkov de ladrón, confesó haberlo ayudado cuando en realidad él mismo fue el autor intelectual del fraude siendo el jefe de Contadores en VolkovCorp. El hombre se hallaba dormitando la mona en una silla dentro del despacho de Kirill.
—¿Cómo coño sucedió esta m****a, Kirill? —la pregunta salió como fuego de la boca de Leónid al referirse a su jefe de seguridad.
—No lo comprendo señor —este respiró profundo porque, aunque lo deseaba no encontró una respuesta satisfactoria para ambos —, cuando ingresé a la casa todo estaba en orden. Recibí la notificación de que habían violado la cerradura. Al entrar aquí encontré este sobre encima del escritorio y luego…
—No me refiero a como entro el borracho asqueroso a la mansión, sino de donde lo sacaron —espetó con un humor de perros —. Estaba enterrado ¿cierto? —el hombre asintió con la vergüenza reflejada en el rostro —. Entonces repetiré la maldita pregunta ¿cómo coño sucedi