POV: Catalina
Esa noche, el restaurante Pierchic flotaba sobre el Golfo Pérsico como una joya iluminada.
Estábamos al final del muelle.
El agua negra chapoteaba suavemente bajo los pilotes de madera.
La brisa era cálida, pero yo tenía frío.
Estaba sentada en una mesa redonda con Khalid y cuatro de sus inversores más importantes.
Jeques. Magnates del petróleo. Hombres que movían el precio del barril con una llamada telefónica.
Yo era la única mujer.
Llevaba un vestido de seda color champán.
Diamantes en las orejas.
Y una sonrisa pegada con pegamento industrial en la cara.
—El proyecto Al-Noor será revolucionario —decía el Jeque Ahmed, un hombre corpulento con una túnica blanca inmaculada—. Queremos construir la torre residencial más alta de la nueva zona financiera.
Khalid asintió, cortando su filete Wagyu con precisión quirúrgica.
—Por supuesto, Alteza. Mi firma ya tiene los bocetos preliminares. Estamos pensando en una estructura de acero expuesto. Algo brutalista pero elegante.
Mis