146. Una nueva bendición

Gilberto también le sonríe, y Altagracia lo abraza.

—¿No extrañas un poco a Ximena? Porque yo sí —Altagracia vuelve a su escritorio. Estira la mano para tomar lo que Gilberto le acerca—, pienso en ella cada día. A veces la extraño, pero sólo por ella volví a ser yo. Quiero que la empresa de préstamos esté a tu nombre, Gilberto —al decir esto lo toma de sorpresa—, has sido un ángel para mí, y lo mínimo que puedo hacer es esto —saca de los gabinetes del escritorio unas cuantas hojas ajenas—, lo hice antes de que se descubriera mi identidad, aún como Ximena.

—¿Cómo así, señora Altagracia? ¿Usted —Gilberto abre los ojos—, me está dando una de sus compañías?

—Qué bueno que me entiendas —Altagracia le sonríe con suavidad—, fuiste fiel a mi madre y me fuiste fiel a mí. Mereces ser recompensando y lo sé. Es tuya —Altagracia asiente—, ya no tienes porqué trabajar para mí.

Gilberto se quita los lentes, tomando los papeles.

—En mis momentos más oscuros estuviste para mí. Quiero recompensar tu ay
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