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Levy.
Me he vuelto una bestia y los hombres de Casius lo saben.
Mis garras están llenas de sangre, mientras desgarro a uno y otro soldado, al tiempo que algunos salen despavoridos del miedo.
― ¡Miserables cobardes! ―les grita su alfa, infundiéndoles temor para que se devuelvan a la batalla, al tiempo que Amadeo y sus hombres tienen una lucha encarnecida con otros de los soldados.
Pero solamente me interesa enfrentarme con el más temido de todos.
Casius.
Y ahora lo tengo en frente de mí, y yo destilo rabia, algo que él sabe muy bien, pues nos estamos viendo la cara, midiéndonos, mientras nos rodeamos el uno al otro.
― ¡Esta es mi manada! ―me espeta el muy imbécil― ¡No puedes venir aquí a intentar acabar conmigo, eso es una afrenta directa que cualquiera condenará! ―me suelta, así que debo hacerle una aclaración enorme.
Pero, cuando estoy a punto de arremeter en su contra, escucho el tropel de tropas y pronto entiendo de quien se trata.
― ¡Leandra! ―digo, feliz de verla como nunca,