Apenas el coche negro de lujo se detuvo frente a la Mansión Arshino, un aire frío los envolvió. El cielo nocturno, cubierto de sombras, acentuaba aún más la tensión que ya no se podía ocultar.
Nara apenas había abierto la puerta del coche, sin tiempo de poner un pie afuera, cuando Veni le arrancó el brazo a Bastian de entre sus manos.
—Ya basta, Nara —espetó Veni con voz cortante—. Tu tiempo se acabó. Ahora Bastian es mío.
Nara se limitó a mirar la mano de Veni aferrada al brazo de Bastian. Luego, levantó lentamente el rostro y esbozó una sonrisa tenue.
—Qué curioso... hablas como si Bastian fuera un objeto en subasta.
—¡Es mi esposo! —replicó Veni, abrazando el brazo de Bastian con posesividad.
Nara soltó una risa suave.
—Un esposo no es un trofeo que se disputa. Si hay que pelear por él, entonces no le pertenece a nadie.
Sin esperar respuesta, Nara entró a la mansión, subiendo las escaleras hacia la habitación principal con paso firme y elegante. Su vestido seguía cayendo con gracia