Unos días después, se encontraban desayudando con calma.
—Me temo que no podre venir a comer hoy —le anuncio Thomas.
—¿Hay algún problema? —se preocupó.
—No, al contrario. Las sedas al fin llegaron a la ciudad y necesito arreglar su almacenamiento y su distribución a algunos clientes. Temo que eso me lleve todo el día —le conto animado, a pesar de todo el trabajo que tenía por delante.
—En ese caso, te deseo la mejor de las suertes y te esperare para cenar. Podrás venir entonces ¿no es así? —deseo asegurarse.
—Si, nos veremos entonces —le aseguro.
Solo un rato después, lo despidió en la puerta deseándole suerte y dándole un fugaz beso.
Paso el día entero ocupándose de algunos pendientes en la casa, r