Sebastián colgó la llamada de un golpe. Inmediatamente después, marcó el número de Elena con manos temblorosas de furia.
—¿Sebastián? ¿Al fin me hablas? ¿Ya te diste cuenta, ya entendiste quién realmente es...? —la voz melosa de Elena resonó del otro lado.
—¿Tú pusiste el video en la ceremonia? —Sebastián habló con una frialdad que daba escalofríos, su voz despiadada y amenazante.
Elena pareció estremecerse ante la amenaza mortal que destilaba su tono. Guardó silencio un momento, luego dejó escapar una risita, su voz cargada de una dulzura retorcida y victoriosa.
—Sí. Vi que no te decidías, que no podías terminar lo que empezaste. Así que... te di el empujón que necesitabas. Llevas años planeando esto, no podías desperdiciar la oportunidad. Lo hice por tu bien, por nuestro futuro como Alfas y Omegas de sangre pura.
Sebastián perdió los estribos por completo. Temblaba de furia, su poder de Alfa se desbordó sin control, cargando el aire de la habitación con una tensión palpable.
—¡Ya te