— Entonces, te enviaré el pago acordado, tan pronto llegue a casa — Isabella aclaró, cerrando el trato con Helen.
— Espero instrucciones, amiga, no moveré un dedo hasta que me lo indiques — la otra mujer aseguró — Arregla tus asuntos y me dices el día, la hora y el lugar, y te garantizo que el personal contratado estará ahí.
Isabella asintió.
— Perfecto, solo recuerda decirles que no me sirve muerto, necesito que le den un susto, nada más…
— ¿Un par de costillas quebradas por los viejos tiempos? — Helen sugirió, y en la boca de Isabella se dibujó una sonrisa imaginando el dulce sabor de la venganza.
— Quizá… pero nada más, lo necesito vivo y funcional — reiteró.
— Entendido, siempre es un placer ayudar a una amiga como tú, además, hacer negocios