Debía huir, sabía en los problemas que se había metido y conocía la gran infinidad de castigos existentes que utilizaba el Alto Mando para condenar a los que desobedecían las reglas.
No fue nada grato ver como Camila le delataba, esa estúpida Omega no le había obedecido a él, su Alfa. La mordida entre su hombro y cuello la asignaba automáticamente como de su pertenencia, por lo tanto, debió haber obedecido. Camila había actuado en su contra y él no podía estar más furioso por ello.
Aquello era lo único que le hacía extrañar a Hana; que la Omega lo obedeciera siempre y sin objetar, era una verdadera ventaja para él. Desde hace mucho había cultivado en la mente de Hana que era una sumisa, que debía obedecer, y le recordaba que "una Omega como ella sólo conseguiría ser castigada si hacía enfadar a un Alfa".
Jackson gruñó cuando se lastimó el pie contra una gigantesca roca que apareció de la nada, deteniéndose inmediatamente al sentir el agudo dolor expandirse de manera agonizante. Miró h