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Jade rió, intentando cubrir con ello la verdad.

—¡Oh, entiendo! Aún no lo sé, la Omega Luna dijo que se lo diría cuando estuviese preparada. Hasta entonces no le cuente de esto a nadie, por favor. —contestó, aliviada de haberse oído convincente. Cuando la sirvienta asintió antes de irse, prometiéndole su palabra de silencio, Jade dejó escapar el aire retenido en sus pulmones. No quería saber cómo reaccionaría la manada al enterarse de la verdad...

Minutos más tarde, Jade se encontraba cuidando de Hana —que yacía sentada encima de la cama, aún en la recámara de invitados— al no estar completamente segura de que no aparecería otra náusea. La Omega más baja decía sentirse bien ahora, incluso su piel había adquirido su tonalidad común, apuntando que sus malestares habían desaparecido.

—Ya podemos irnos, Jade, estoy mejor. —insistía Hana, a pesar de que su Omega Cría fuese bastante difícil de convencer.

—¿Y si las náuseas regresan? —Jade se colocó sobre sus pies, dudosa—. Debería buscar me
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