Al volver al despacho, me encontré al Sotto Capo saliendo con mala cara, yendo directo a la salida y sin siquiera detenerse a mirarme. No hice caso de él y entré junto al médico, ordenándole que le curara la herida mientras iba con Alessio para que me informara de lo que estaba ocurriendo.
Mi cuerpo todavía temblaba por la adrenalina del momento; plantarle cara a Matteo y ponerle un alto no era una decisión sencilla. Enfrentarlo nunca lo era, porque no sabía cómo iba a reaccionar. Me amparaba con lo que sea que sintiera por mí.
—Lo mejor será no salir de la fortaleza esta noche. Nos están cazando y todavía no sabemos cómo fue que sucedió esto —dijo Alessio mientras servía un trago para él y otro para mí.
—¿Qué fue lo que sucedió? ¿Te lo han dicho?
—Vittorio me ha dicho que estaba en Milán —dudó un poco en contármelo, mirando a Matteo, quien nos observaba con fijeza, intimidándolo para que no me contase nada.
—¿Qué pasa? ¿Ocultas algo que yo no debería saber? —inquirí, devolviéndole la