Livia
No podía contradecirlo porque sabía muy bien que después de esa noche le pertenecería por completo, cada parte de mi cuerpo sería suya, tal vez lo decía porque estaba presa de la lujuria pero... mi cuerpo nunca se estremeció por alguien como lo hacía con él. Incluso antes de que siquiera me tocara, con una sola mirada bastó.
—¿Ah, si? —subí mi pierna hasta rodear su cadera, alzando mi pelvis para rozar con él y solo quise apretarlo y restregarme contra él. —Pues hazme completamente tuya, quiero sentirte, te deseo demasiado.
Mis manos subieron acariciando su pecho, sus brazos tan musculosos y su torso tan tonificado.
—Eso haré toda la maldita noche, hasta que tu cuerpo caiga inconsciente de tanto placer que se te hará difícil procesar —bajó a besar mi boca, removiéndose hasta ubicarse sobre mi centro, creando una presión que se sintió más deliciosa que la que sentí en el sofá de la otra habitación.
—Ponte un preservativo —pedí en un seguro de coherencia —Matteo, ponte uno.
S