Sabíamos que no podíamos deshacernos de todos ellos aunque fuera lo último que hacíamos en nuestras vidas. Y luego los sobrevivientes irían tras Risa y los cachorros de todas formas.
No vacilaron al encontrarnos cortándoles el paso, y cargaron contra nosotros con sonrisas torcidas, pregustando la carnicería. Sin tiempo de pensar siquiera una estrategia que pudiera funcionar, ordené a los míos que los esquivaran, abriéndonos a ambos lados de la huella.
Los pálidos se dispersaron persiguiéndonos
—¡Atrápenlos! —ordenó una amazona a los pálidos, echando a correr por la huella con las otras tres—. ¡Nosotras iremos tras ella!
Sus palabras me helaron la sangre. Por suerte, Risa y Mendel aún podían escucharme, y mientras esquivaba a un pálido, pude advertirles que las amazonas los seguían.
A pesa