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Bardo llegó al puesto de Owen en la mañana después de la batalla, y preferí anticiparle a Risa que estaba herido, pero no de gravedad, y que regresaría tan pronto pudiera volver a montar.

Me llevó dos días miserables, tendido en un catre como un inválido mientras todo el mundo corría de aquí para allá, ocupados con los refugiados y disponiendo la defensa por si los parias regresaban.

Bardo iba y venía con las preguntas de Risa sobre mi estado y mis respuestas tranquilizadoras, asegurándole que mi herida era más dolorosa que grave, y que no había nada de qué preocuparse.

Al fin fui capaz de levantarme y renquear hasta mi semental, que me recibió con un relincho de alegría. Le di una manzana con mi frente contra su cuello, acariciándolo mientras le agradecía en susurros por salvarme la vida.

Precisé que me sostuv

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