Mateo sintió un peso opresivo en el pecho al contemplar sus propias manos—las mismas que habían causado tanto dolor — luego su mirada se posó en Valentina, que sollozaba desconsolada, algo en él se quebró. A pesar del odio que lo consumía, no podía ignorar el amor que aún sentía por ella. Con mano temblorosa, intentó acercarse y tomarla de la mano, pero Valentina se resistió.
—No —dijo alejándose—. No me toques, Mateo. Vine aquí con el alma destrozada para pedirte perdón...para discúlpame por todo lo que sufriste sin que yo pudiera hacer nada, sin comprender la verdad. Te culpé por abandonarme aquel día, sin saber que la culpa no era tuya, sino de mi padre. —Se secó las lágrimas con gesto firme—. Y ahora, después de soportar tus acusaciones y maltratos por crímenes que no cometí... —Su voz se quebró— jamás imaginé que, al descubrir al monstruo que era mi padre, encontraría ese mismo monstruo reflejado en ti.
Intentó marcharse, pero Mateo la detuvo, agarrándola del brazo con fuerza