Él no respondió con palabras. En un movimiento brusco, se abalanzó sobre ella, capturando sus labios en un beso apasionado y devorador que sabía a sal y lágrimas, entre sus bocas, Mateo le transfirió un afrodisíaco para calmarla un poco… y para su propia vergüenza, Valentina sintió cómo su cuerpo respondía al familiar contacto, traicionando su voluntad.
Sus labios se deslizaron hacia su cuello, debajo a su paso una estela de besos ardientes que hacían temblar su piel. Con manos expertas, desabrocho su brasier, dejando caer la prenda al suelo antes de tomar sus senos con firmeza. Un gemido escapo de sus labios cuando sus dedos se cerraban alrededor de ellos, pero no pudo reprimir el escalofrió que la recorrió al sentir sus dientes mordisquear sus pezones ya erectos.
—No puedes fingir que no lo deseas - murmuró contra su piel, mientras sus dedos bajaban más, sintiendo cómo su cuerpo se arqueaba hacia él.
Valentina apretó los labios, intentando silenciar los sonidos que amenazaban con