Lancé una mirada furiosa mientras mi lobo avanzaba de forma intimidante, haciendo que el hombre que tenía delante se estremeciera. Estaba atado a una silla con esposas de plata, lo que le debilitaba e imposibilitaba transformarse en su lobo.
“Entonces, ¿por qué encontré estas fotografías entre tus pertenencias?”, pregunté, mostrando unas fotos de la familia real... de mi familia. Eran fotos de mi padre en posiciones comprometedoras que podían empeorar su imagen a los ojos de todo el mundo. Si esas fotos salían a la luz, podría arruinarlo, y yo no podía permitir que eso ocurriera.
Habíamos estado registrando casi toda la capital estas últimas 24 horas y el cansancio me recorría los huesos como un grueso suéter pegado a la piel. Ya había pasado más de un día desde la última vez que había visto a Maeve, y mi lobo ya estaba irritado porque esta tarea nos había alejado de nuestra pareja.
Apreté los dientes, incapaz de aguantar más. Quería acabar con su vida de una vez por todas, pero no