Emily camina con los puños apretados aguantando las ganas que tiene de gritar a los hombres de esa casa que son todos unos imbéciles machistas. La rabia le hace colorear las mejillas, no solo son unos cavernícolas según piensa, sino que también necesitan ser adorados como ídolos porque tienen un gran tamaño y están todos llenos de musculo.
—Son todos unos imbéciles que necesitan ser respetados por todos en el mundo —protesta con rabia —¡Vaya manada de locos!
—¡Emi! —Becky la detiene y ella no puede hacer más que sonreírle —. Mira mis dibujos, la Srta. Corina ha dicho que tengo un sobre… —piensa para buscar la otra mitad de la palabra.
—¿Sobresaliente?
—¡Sí! —chilla como quien ha ganado una medalla de oro —. Eso es —su sonrisa no se borra.
—Felicidades mi amor —la toma en brazos para llevarla a la zona segura —, tengo que ensenarte algo que he mandado traer para ti mientras me describes a la Srta. Corina —se apresura con Becky en brazos para llegar hasta donde lo necesita.
Uno de los g