Nicolay se queda inmóvil en el umbral de la enorme entrada del comedor de la Mansión Romanov. Hay más de diez personas alrededor del opulento comedor. Becky corre hacia él con los brazos abiertos vestida con un tutú verde menta y unos zapatos preciosos de charol color rosa pálido a juego con la blusa y el enorme lazo en esos mismos dos tonos. Ella es la princesa de la casa, la que le da color a sus vidas grises en medio de la lucha interna que mantienen cada uno de ellos.
—Te queda muy bonito ese atuendo, pequeña Matrioska —ella sonríe abrazándolo por el cuello. Deposita un beso en la mejilla. Becky ama ese apodo que con cariño le ha puesto —. Pareces una princesa.
—Y tu un príncipe guapo. Solo necesitas un traje blanco —él la mira con tristeza.
—Pensé que era un caballero armado para protegerte ¿ya no lo soy? —Emily observa el intercambio y no lo puede creer. Lo ha visto muchas veces y aun le asombra.
—Claro que sí, pero te convertirás en príncipe cuando te cases con Emily —el cuerpo